¿Cuántas veces has dicho que nada de lo que hagas podrá cambiar tu situación? Probablemente, esta sentencia es parte de lo que tu propia experiencia te ha llevado a plantear, donde tras probar con una y otra alternativa, no has podido resolver el problema que alguna vez se te cruzó en el camino. Y lamentablemente (o afortunadamente, si lo miramos con algo de sabiduría) la vida tiene esa magia de mostrarnos que lo complejo es lo más valioso. A nadie le resultará sencillo algo que le signifique transformar positivamente su vida.
Sin embargo, aun creyendo que lo has intentado todo para solucionar aquel problema, ¿has intentado con esa “última solución”? Pues, si crees que nada hará cambiar la situación, lo más seguro es que tu estado actual sea de inactividad, de dejarse llevar por las circunstancias y no actuar para modificarlas. Y he ahí el punto de inflexión: la acción.
Sea cual sea la acción que tomes, romperás con aquella dinámica que te ha llevado a la infelicidad o a la resignación. Y no te desanimes si al principio las cosas no te resultan bien: es como volver a jugar fútbol después de no hacerlo durante años. Volver a la actividad requiere de tiempo, de concentración, de proponerse modificar las cosas y hacerlas bien. Requiere de voluntad, de persistencia y de sabiduría a la hora de mirar tus objetivos y proyectarlos en el futuro para que tomes las decisiones correctas.
Como menciono en el primer párrafo, en esta vida lo más complejo es lo más valioso. Nada importante será fácil de conseguir y, aunque el carácter de “importante” sea sólo una valoración personal, bien vale recordar el ejemplo de Abraham Lincoln, quien antes de ser elegido Presidente de los Estados Unidos perdió 7 elecciones. Asimismo, un bebé tuvo que caerse 100 veces antes de aprender a caminar: la idea es persistir teniendo claro cuál es el objetivo final.